Por mas variadas que sean las opiniones sobre el actual jefe de gabinete, todos coinciden en que no se trata de un libre pensador. La forma como ejerce sus funciones lo acercan mucho mas a un vocero que a un ministro. Mas aun, sus márgenes de libertad e iniciativa propia parecen referirse mas a cuestiones de estilo que de sustancia. Para decirlo en forma directa, su punto de vista – hasta eyección en contrario- parece coincidir milimétricamente con el punto de vista de la propia de la presidenta. Por eso resultan particularmente graves sus opiniones, expresadas hace pocos días, acerca de la inexistencia de responsabilidad del gobierno nacional en el tema de la inseguridad.
Una posición como esta, no solo pone en evidencia una contradicción esencial en el discurso oficial, sino que además confirma la importancia del tema de la responsabilidad como elemento central de la recurrente crisis argentina.
Si como afirma el discurso oficial la cuestión de la inseguridad no puede restringirse a una cuestión de policía, remitiéndose en cambio a una dimensión vinculada con la inclusión y la desigualdad social, desligarse del problema de la inseguridad no solo es falso sino que además resulta un tanto grotesco. ¿O ha sido cada provincia la responsable de la dirección de la política económica y social en mas de una década de centralismo exacerbado?
Pero ello permite entender mejor un estilo dominante de gobierno que desde hace mas de una década no admite la menor responsabilidad por nada que no sea o parezca un éxito contundente.
Ya he sostenido en otro tiempo y otros lugares una opinión que quisiera reiterar en este contexto. El tema de la responsabilidad constituye, para la sociedad argentina, un enigma que si no conseguimos resolverlo amenaza con devorarnos.
Hace algunos días Julián Axat, valiente defensor público en el fuero penal juvenil de la provincia de Buenos Aires, publicaba un excelente e inusual articulo (“Pibes bien que van de caño”), relatando en función de su experiencia laboral concreta actividades delictivas de adolescentes pertenecientes a sectores medios y altos. A estos hechos, que en general no producen alarma social, le corresponde un nivel de impunidad tan cercano al 100% que, del misterioso número de menores de edad privados de libertad en la Argentina ( no hay ningún dato oficial del el año 2007) ni uno solo corresponde a este sector social. Esta impunidad no solo corresponde al funcionamiento selectivo del sistema penal como en el caso de los adultos, sino que la misma está consagrada por la “ley”. Mejor dicho por un decreto de la dictadura (el 22.278 de 1980) mas conocido como “Régimen Penal de la Minoridad”. Un decreto que ha sobrevivido a mas 30 años de democracia y a casi 13 años de “prioridad de los derechos humanos”.
A cada intento de instaurar un régimen de responsabilidad penal juvenil ( un excelente proyecto se aprobó por unanimidad en el senado de la republica a fines de 2009 y jamás tratado luego por la Cámara de Diputados), un coro de pseudo progresistas se ha rasgado las vestiduras denunciando un futuro intento de criminalización de los menores. Curiosa preocupación por el “futuro” de los menores que se desentiende de un presente de impunidad absoluta para los “niños bien” y de la vergonzosa criminalización de la pobreza de los menores de 16 años, privados de libertad por “protección” sin ninguna de las elementales garantías del debido proceso. Menores de edad, cada vez mas utilizados por la criminalidad adulta, dada su condición jurídica de “inimputables”. Menores de edad, que cada día mas resultan interpelados como “enfermos”, “locos” o mas aun como “enemigos” (y tratados en consecuencia de la etiqueta) pero no como sujetos responsables. Si se interpela a alguien como irresponsable, paradójicamente el que interpela no se hace cargo de nada y si en cambio cuando se lo hace como sujeto responsable.
Mas que un hilo, me parece que un gruesa cuerda nada sutil ata aquí a una irresponsabilidad con la otra, constituyendo un verdadero nudo gordiano. A propósito de estos últimos, Norberto Bobbio afirmaba que mientras la función de los intelectuales es la de desatarlos, la función de la política será cortarlos de un tajo.
Nadie verdaderamente preocupado por los problemas del país, tendrá derecho a aburrirse en los próximos años.
Articulo de Emilio García Méndez publicado el 18 de mayo de 2014 en la Unión Digital, para acceder: http://www.launiondigital.com.ar/noticias/120201-problema-responsabilidad-nudo-gordiano-politica-argentina